martes, 28 de mayo de 2013

Post sobre personajes históricos en el club de lectura de Facebook.

Después de la "Breve historia de la revolución francesa" de Dastin, me hice con "La revolución francesa" de Boise, y acabó en mi biblioteca "Historia de la revolución francesa" de A. Lamartine. Estos me sirvieron para marcar las fechas, sino más importantes, que también, si las que me podían dar juego para los giros en la acción y los conflictos entre los personajes. Pero sobre todo, me sirvieron para descubrir decenas de personajes que ya estaban escritos, que ya estaban formados. Así llegaron a la novela Marat, Madame Roland, Desmoulins, Danton, Robespierre, Madame Stael... La verdad es que cada uno de ellos trae tras él una historia apasionante... y me regalaron entonces el tomo de finales del siglo XVIII de "historias de amor de la historia de Francia", de Guy Breton.... Una historia en la que los personajes no hacen las revoluciones por ideas sino por meras pasiones... La horma del zapato de "Ni la belleza salvará al mundo".
Los personajes históricos de la novela están caracterizados en su forma más popular, aunque llenos de detalles: Madame Roland y su afán por los clásicos, la bondad de Couthon, las largas manos de Talleyrand, el picor y la "mala leche" de Marat, etc... Están salpicados de anécdotas rigurosamente ciertas, pues en ningún momento se novela con sus vidas ni con sus actos.

lunes, 27 de mayo de 2013

Seguimos en nuestro primer día con el club de lectura de "Ni la belleza salvará al mundo" en Facebook.

Seguimos en nuestro primer día con el club de lectura de "Ni la belleza salvará al mundo" en Facebook.

Siempre recordaré la primera clase de historia universal contemporánea en COU, de José Antonio de los Ríos... Lo primero que nos dijo fue: "Un lugareño que vivía en el Antiguo Régimen pensaba que no había forma política mejor que la monarquía absolutista". Supongo que a día de hoy, los lugareños entre los que me incluyo, pensamos lo mismo en España, Irán o Corea del Norte...
Imagino que son unas élites las que van por delante y ven el cambio... Lo que parece claro es que cualquier idea de cambio solo puede germinar en el mar del descontento... Creo que en "Ni la belleza salvará al mundo" se dibuja ese lienzo... Creo que se muestra desde la primera página una situación de normalidad en unos por un lado, y ese descontento que comienza a rugir en otros... y después el contacto de estos con esas élites que dirigen el cambio...

Os recuerdo el link
https://www.facebook.com/groups/576589192381848/

Primer post del club de lectura en facebook

Primer post del club de lectura en facebook

¡Vamos allá! Bueno, si os parece dedicaremos el día de hoy al trasfondo histórico de la novela... Desde que era poco más que un niño, y leí "Crimen y Castigo", de mi adorado Dostoievski, me rondaba en la cabeza algo parecido a: " ¿Qué pasa si Sonia no redime a Raskolnikov?"... Y uno se queda a veces tumbado en el sofá, a veces escuchando música, Yendo a buscar agua entre los árboles del maravilloso parque de Castrelos... y va tejiendo una historia... hasta que un día dice; "¡la tengo!"... ¿Ya solo me faltaba el cuándo y el dónde?
Quería tensión, lucha... un poquito de sangre... Pensé en la guerra civil española, la revolución rusa... pero me daba miedo que la novela se posicionase políticamente, así que pensé en la madre de todas las revoluciones; la del liberalismo... la francesa...
Lo primero que me encontré después de una lectura rápìda de un ejemplar muy genérico sobre la revolución de la editorial Dastin fue a un nuevo protagonista: la libertad. Y ese toque romántico, en el sentido literario de la palabra, que obviamente tiene la época acabó por decidirme.
Los tres "ejércitos" que se enfrentan en el campo de batalla de la revolución francesa son la nobleza, la burguesía y el pueblo llano. Y a cada uno de esos estamentos representan Danchart, Marie y Rasjwonski al inico de la novela. Después la revolución es lucha, cambio... Primero los nobles contra los burgueses, luego los burgueses contra el estado llano... Pero los personajes siempre están marcados; siempre están en alguno de los tres bandos... y nunca los tres juntos... así que siempre hay conflicto.
No soy historiador, ni pretendo serlo. He intentado posicionar a los personajes en los bandos y las ideas, y he intentado ser muy escrupuloso con los hechos históricos, que se utilizan como puntos de giro en la novela....
Bueno, ya os he colgado un pequeño "tostón" para arrancar, espero que hayáis llegado la mayoría hasta el final, jaja. Ya sabéis, preguntas y opiniones las que queráis, y ¡Sacad el tema que gustéis!

viernes, 24 de mayo de 2013

Club de lectura en facebook

Arranca el club de lectura en facebook de "Ni la belleza salvará al mundo". No dejéis de pasar por allí, para sumergirnos un poquito en la revolución francesa, para conocer un poquito más a Danchart, a Marie, Rasjwonski... https://www.facebook.com/groups/576589192381848/

viernes, 17 de mayo de 2013

Decía Marat...



"Las revoluciones empiezan por la palabra y concluyen por la espada"

                                                                                Jean Paul Marat

martes, 14 de mayo de 2013

Simón Bolivar en París

En 1804, consumido por el fallecimiento de su esposa española, Simón Bolivar marcha a París... Un año después, en Italia, realiza el juramento del Monte Sacro: ¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!.  bien podría haber sido el protagonista de Ni la belleza salvará al mundo, ¿no?

lunes, 13 de mayo de 2013

Los cuadernos de quejas.


Los cuadernos de quejas (francésCahiers de doléances )? fueron unos memoriales o registros que las asambleas de cada circunscripción francesa encargada de elegir a los diputados en los Estados Generales rellenaban con peticiones y quejas. Aunque eran usados desde el Siglo XIV los más famosos son los de 1789, por su importancia en la Revolución Francesa.
La redacción de estos cuadernos se presentaba en los pueblos y parroquias urbanas con los "Cuadernos de Parroquias". Después se establecían en cada bailiaje los Cuadernos de bailiaje reducidos a doce "Cuadernos de Gobiernos". Estos mismos doce cuadernos eran compilados resultando tres "Cuadernos de quejas", uno de cada uno.1
En 1789, los cuadernos de quejas sondearon la voluntad popular y un resumen de ellos fue leído ante la Asamblea constituyente el 27 de julio de 1789 por el conde de Toulouse. Sin embargo parte de las "quejas populares" anotadas en los cuadernos de parroquias no figuraron en los cuadernos de bailiaje. Esta censura se debe a que los intereses burgueses no eran los mismos intereses que los del pueblo llano.
Los cuadernos de 1789 son densos, extensos e incluso contradictorios. Aun así los cuadernos jamás escatimaron lealtad ni al rey ni a la propiedad, particularmente. Pero la noción central de la Revolución es identificada claramente en los Cuadernos: la Igualdad. Básicamente la Igualdad ante los impuestos y ante la ley, estas son reivindicaciones burguesas y serán las triunfadoras de la Revolución francesa.
fuente: wikipedia.

domingo, 12 de mayo de 2013

La Marsellesa



Compuesta por Rouguet de Lisle. El 30 de julio de 1792 la entonaron los voluntarios marselleses y de Montpellier a su entrada en París, poco días antes de una nueva fiesta de la federación y el aniversario de la toma de la Bastilla. De ahí su nombre de "Marsellesa". Criticada en la misma Francia por su violencia, yo no puedo dejar de creer que es un canto a la defensa de las libertades... Algo que. a veces, solo puede defenderse por la fuerza...




Letra en francés
Allons enfants de la Patrie,
Le jour de gloire est arrivé!
Contre nous de la tyrannie,
L'étendard sanglant est levé,(bis)
Entendez-vous dans les campagnes,
Mugir ces féroces soldats?
Ils viennent jusque dans vos bras,
Égorger nos fils, nos compagnes!
Letra en español
¡Marchemos, hijos de la patria,
El día de gloria ha llegado!
Contra nosotros la tiranía,
El estandarte sangriento se ha alzado,(bis)
¿Escucháis vosotros en las campiñas,
rugir a esos feroces soldados?
ellos vienen hasta vuestros brazos,
A degollar a nuestros hijos y compañeras!
Refrain:
Aux armes, citoyens,
Formez vos bataillons,
Marchons, marchons!
Qu'un sang impur
Abreuve nos sillons!
Aux armes, citoyens,
Formez vos bataillons,
Marchons, marchons!
Qu'un sang impur
Abreuve nos sillons!
Estribillo:
¡A las armas, ciudadanos!
¡Formad vuestros batallones!
Marchad, marchad,
¡Que una sangre impura
empape nuestro camino!
¡A las armas, ciudadanos!
¡Formad vuestros batallones!
Marchad, marchad,
¡Que una sangre impura
empape nuestro camino!
Que veut cette horde d'esclaves,
De traîtres, de rois conjurés ?
Pour qui ces ignobles entraves,
Ces fers dès longtemps préparés ? (bis)
Français ! pour nous, ah ! quel outrage !
Quels transports il doit exciter !
C'est nous qu'on ose méditer
De rendre à l'antique esclavage !
¿Qué pretende esa horda de esclavos,
de traidores, de reyes conjurados?
¿Para quién son esas innobles trabas,
y esas cadenas tiempo ha preparadas? (bis)
¡Para nosotros, franceses! ¡Oh, qué ultraje!
¡Ningún arrebato debe exaltarnos!
Es a nosotros a quienes pretenden sumir
De nuevo en la antigua esclavitud.
Refrain
Quoi! ces cohortes étrangères !
Feraient la loi dans nos foyers !
Quoi! ces phalanges mercenaires
Terrasseraient nos fiers guerriers ! (bis)
Grand Dieu! par des mains enchaînées
Nos fronts sous le joug se ploieraient !
De vils despotes deviendraient
Les maîtres des destinées !
Estribillo
¡Qué! ¡esas tropas extranjeras!
¡dictan la ley en nuestros hogares!
¡Qué! ¡a esas falanges mercenarias
vencen nuestros valientes guerreros! (bis)
¡Gran Dios! ¡Con las manos encadenadas
nuestros frentes bajo el yugo se doblegarían!
¡Los viles déspotas llegarían a ser
los maestros del destino!
Refrain
Tremblez, tyrans et vous perfides
L'opprobre de tous les partis
Tremblez ! vos projets parricides
Vont enfin recevoir leurs prix ! (bis)
Tout est soldat pour vous combattre
S'ils tombent, nos jeunes héros
La France en produit de nouveaux,
Contre vous tout prêts à se battre
Estribillo
¡Temblad, tiranos, y también vosotros, pérfidos,
Oprobio de todos los partidos!
¡Temblad! Vuestros actos parricidas
van al fin a recibir su castigo. (bis)
Todos son soldados para combatiros
Si perecen nuestros héroes,
Francia produce otros nuevos
siempre dispuestos a luchar contra vosotros.
Refrain
Français, en guerriers magnanimes,
Portez ou retenez vos coups !
Épargnez ces tristes victimes,
A regret s'armant contre nous. (bis)
Mais le despote sanguinaire,
Mais les complices de Bouillé
Tous ces tigres qui, sans pitié,
Déchirent le sein de leur mère !...
Estribillo'
¡Franceses, como magnánimos guerreros
sufrid o rechazad los golpes!
Perdonad a estas pobres víctimas
que contra su voluntad se arman contra nosotros. (bis)
¡Mas el déspota sanguinario,
Mas los cómplices de Bouillé,
todos esos tigres que, sin piedad,
desgarran el corazón de su madre!...
Refrain
Amour sacré de la Patrie,
Conduis, soutiens nos bras vengeurs !
Liberté, Liberté chérie,
Combats avec tes défenseurs ! (bis)
Sous nos drapeaux, que la victoire
Accoure à tes mâles accents !
Que tes ennemis expirants
Voient ton triomphe et notre gloire !
Estribillo
¡Amor sacro de la patria,
conducid y sostened nuestros brazos vengadores!
¡Libertad, libertad querida,
lucha junto a tus defensores (bis)
¡Bajo nuestras banderas, que la victoria
acuda a tus valientes llamadas!
¡Que tus enemigos moribundos
vean tu triunfo y nuestra gloria!
Refrain
("Couplet des enfants")
Nous entrerons dans la carrière
Quand nos aînés n'y seront plus,
Nous y trouverons leur poussière
Et la trace de leurs vertus (bis)
Bien moins jaloux de leur survivre
Que de partager leur cercueil,
Nous aurons le sublime orgueil
De les venger ou de les suivre !
Estribillo
("Estrofa de los niños")
Nosotros tomaremos el camino
cuando nuestros mayores ya no estén,
Allí encontraremos sus cenizas
y la huella de sus virtudes. (bis)
No estaremos tan celosos de sobrevivirles
Como de compartir su tumba;
¡Nosotros tendremos el sublime orgullo
de vengarlos o seguirlos!
Refrain
Estribillo

sábado, 11 de mayo de 2013

Declaración de derechos de la mujer y la ciudadana

Si algo me llama la atención en la revolución francesa es la gran cantidad de mujeres que me he encontrado fuertes, llenas de coraje y con ganas de luchar por su dignidad. Aquí está la declaración de derechos de la mujer y la ciudadana que Olympe de Gougues presentó ante la Asamblea en 1791.


PREÁMBULO
Las madres, hijas, hermanas, representantes de la nación, piden que se las constituya en asamblea nacional. Por considerar que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de los males públicos (…) han resuelto exponer en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer a fin de que esta declaración, (…) les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes, (…) a fin de que las reclamaciones de las ciudadanas,(…) se dirijan siempre al mantenimiento de la constitución, de las buenas costumbres y de la felicidad de todos.
En consecuencia, el sexo superior tanto en belleza como en coraje, en los sufrimientos maternos, reconoce y declara, en presencia y bajo 105 auspicios del Ser supremo, los Derechos siguientes de la Mujer y de la Ciudadana.

ARTÍCULOS
I
La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. (…)
II
El objetivo de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles de la Mujer y del Hombre, estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y, sobre todo, la resistencia a la opresión.
III
El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación que no es más que la reunión de la Mujer y el Hombre, (…)
IV
La libertad y la justicia consisten en devolver todo lo que pertenece a los otros; así, el ejercicio de los derechos naturales de la mujer sólo tiene por límites la tiranía perpetua que el hombre le opone, estos límites deben ser corregidos por las leyes de la naturaleza y de la razón.
V
Las leyes de la naturaleza y de la razón prohíben todas las acciones perjudiciales para la Sociedad (…)
VI
La ley debe ser la expresión de la voluntad general (…) Debe ser la misma para todos; todas las ciudadanas y todos los ciudadanos, por ser iguales a sus ojos, deben ser igualmente adminisbles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos (…)
VII
Ninguna mujer se halla eximida de ser acusada, detenida y encarcelada en los casos determinados por la Ley. (…)
VIII
La Ley sólo debe establecer penas estricta y evidentemente necesarias (…)
IX
Sobre toda mujer que haya sido declarada culpable caerá todo el rigor de la Ley.
X
Nadie debe ser molestado por sus opiniones incluso fundamentales; la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener también igualmente el de subir a la Tribuna (…)
XI
La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciosos de la mujer, puesto que esta libertad asegura la legitimidad de los padres con relación a los hijos. (…)
XII
La garantía de los derechos de la mujer y de la ciudadana (…) debe ser instituida para ventaja de todos (…)
XIII
Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de administración, (…) ella participa en todas las prestaciones personales, en todas las tareas penosas, por lo tanto, debe participar en la distribución de los puestos, empleos, cargos, dignidades y otras actividades.
XIV
Las Ciudadanas y Ciudadanos tienen el derecho de comprobar (…) la necesidad de la contribución pública. (…)
XV
La masa de las mujeres (…) tiene el derecho de pedir cuentas de su administración a todo agente público.
XVI
Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no esté asegurada, ni la separación de los poderes determinada, no tiene constitución; la constitución es nula si la mayoría de los individuos que componen la Nación no ha cooperado en su redacción.
XVII
Las propiedades pertenecen a todos los sexos reunidos o separados; son, para cada uno, un derecho inviolable y sagrado (…)

EPÍLOGO
Mujer, despiértate (…) reconoce tus derechos. (…) El hombre esclavo ha multiplicado sus fuerzas, ha necesitado recurrir a las tuyas para romper sus cadenas. Una vez libre, se ha vuelto injusto con su compañera (…) En los siglos de corrupción sólo habéis reinado sobre la debilidad de los hombres. Vuestro imperio se ha destruido, ¿qué os queda? La convicción de las injusticias del hombre. (…) Si se obstinaran en su debilidad (…) oponed valerosamente la fuerza de la razón a las vanas pretensiones de superioridad (…) y pronto veréis estos orgullosos (…) de compartir con vosotras los tesoros del Ser Supremo.
(…) Bajo el antiguo régimen, toda era vicioso, todo era culpable (…)
El matrimonio es la tumba de la confianza y del amor. (…) las leyes antiguas e inhumanas le impedían el derecho al nombre y los bienes de su padre para sus hijos, y no sean hecho nuevas leyes sobre esta materia. Si intentar dar a mi sexo una consistencia honorable y justa, es considerado en este momento una paradoja por mi parte, y como intentar lo imposible, dejo a los hombres que vendrán la gloria de tratar esta materia, pero en la espera podemos prepararla por medio de la educación nacional, la restauración de las costumbres y las convenciones conyugales».

jueves, 9 de mayo de 2013

Tal día como hoy, en 2006, El gobierno español, las organizaciones sindicales y las organizaciones empresariales firman el acuerdo para la mejora del crecimiento y el empleo... Parece que el consenso no da trigo...

lunes, 6 de mayo de 2013

Mayo del 68

Curiosa la efeméride que me he encontrado hoy. Hace 45 años (mayo del 68) el gobierno francés declaraba el estado de sitio por los acontecimientos derivados de la revolución estudiantil... ¿Qué queda de aquello más que algún eurodiputado "rojo"?¿Qué diferencia a los jóvenes de hoy de los entonces?... ¿Son ellos los del pelotazo y los de hoy los Paganini?... No sé... le daré otra vuelta...

domingo, 5 de mayo de 2013

Feliz día de la madre

Obviamente, cada primer domingo de mayo... uno solo puede gritar como un niño... ¡Mamá! e ir corriendo a su regazo...

sábado, 4 de mayo de 2013



I. Danchart y Rasjwonski

El vizconde de Clermont, Albert de Danchart, era un joven ocioso, como todos los jóvenes nobles que vivían en la Francia de finales del siglo xviii. Danchart, pues así le gustaba que le llamasen, lejos de formulismos nobiliarios y tratos altisonantes y distinguidos, era muy querido por los cientos de siervos que ocupaban las tierras de su padre, el conde de Clermont. A ello ayudaba su educación campechana, lejos de la corte y bastante abandonada por parte de su progenitor. Su primera escuela había estado, de hecho, en los brazos de los capataces de las caballerizas y en las hoces de las labriegas a las que desde pequeño acompañaba en las labores del campo cada primavera. Con los años, su educación se había esmerado levemente, sobre todo a raíz de las presiones del padre Rubán, abad del monasterio principal de las posesiones de Clermont, que le enseñó a juntar las letras en griego y en latín. Al final,  Danchart acabó por asumir los deberes propios de su título, y en los últimos tiempos se cuidaba de no tratar tan a menudo con los siervos y, especialmente, de no hacerlo a ojos de cualquiera que pudiese contárselo a su padre.
Danchart era el único hijo del conde de Clermont y de la marquesa de Ferrand, de la que había heredado más posesiones que las que su padre podía reunir. El conde era una leyenda viva en los sectores más tradicionales del reino. Los rumores decían que él mismo fue el culpable de la caída en desgracia de Necker cuando este trató de hacer ver al rey que los gastos de palacio eran desmedidos. Sin embargo, pocos daban crédito a tales habladurías, pues resultaba extraño que un hombre tan austero saliera en defensa de la fastuosa vida palaciega que, por otra parte, él rara vez frecuentaba.
Aquella mañana, Danchart paseaba a lomos de uno de sus caballos favoritos. Lo hacía por los verdes prados en los que tantas veces había correteado de pequeño e iba sin rumbo ni dirección, aunque, eso sí, escopeta al hombro, por si alguna perdiz se cruzaba en su camino.

***

En ese mismo momento, un muchacho poco mayor que Danchart entraba sigilosamente en la capilla del palacio de Clermont. Se había envuelto en un largo hábito de fraile, aunque sus intenciones no fueran precisamente devotas, pues sus manos, cruzadas y ocultas entre las mangas, escondían un viejo puñal, y sus ojos no levantaban la mirada de sus pies, que con paso firme se dirigían a la sacristía. Aquel joven se llamaba Robert Rasjwonski, huérfano de una de las tantas molineras que había en los regatos que morían en el río Allier, por tanto, siervo igual que lo había sido su madre del condado de Clermont y bajo la mano directa del conde. Las malas cosechas de los últimos años habían provocado que una gran parte de los jóvenes campesinos huyeran a las grandes ciudades en busca de un mejor porvenir. Rasjwonski también tenía esas intenciones: las de escapar de los aperos de labranza; pero enterado de las penurias y calamidades de los pobres infelices que una vez en París, Lyon o Marseille no habían encontrado más que desesperación y hambre, y quizá por ser hijo de molinera, pretendía hacerlo con un pan debajo del brazo. Y ese pan no era otro que el cáliz en el que cada día el padre Rubán consagraba la sangre de Cristo durante la eucaristía: una pieza romana de plata cuya base tenía engarzadas cuatro brillantes piedras de oro, algo que a buen seguro le convertiría en un hombre rico cuando llegase a la capital.
Con esa idea en la cabeza y con aquel puñal escondido como salvaguarda entre sus manos, llegó hasta la sacristía, y no pudo evitar esbozar una sonrisa cuando a simple vista encontró su objeto de deseo. Expuesto sobre una cómoda, abandonado de la custodia de sus dueños y reluciendo su base. A fe que aquella dejadez en la vigilancia de una pieza tan valiosa estaba justificada, pues de todos era conocida la severidad con la que se impartía justicia en el condado de Clermont, donde cualquier delito de robo era penado con la muerte. Pero Rasjwonski ya no le tenía miedo al miedo, y puestos a morir, prefería la horca a la hambruna. Además, ya había decidido que quienquiera que pretendiese darle a él ese destino tendría que luchar primero por salvar su propia vida. Así pues, Rasjwonski cogió el cáliz, salió de la sacristía y, a su pesar, no tardó en verse en la disyuntiva planteada, ya que un joven fraile entró en la capilla en aquel preciso momento.
—Buenos días, padre —saludó el joven y muy pronto muerto fraile.
Quizá Rasjwonski podía haber salido de la situación con un simple «buenos días» y una huida tranquila por el centro de la capilla tras una genuflexión ante el Santísimo. El novicio a buen seguro que no habría echado en falta el cáliz, y de hacerlo, pensaría que alguno de sus superiores lo había guardado o dejado en otro lugar.
Pero aquella era la primera incursión fuera de la ley de Rasjwonski. Su corazón latía acelerado y el sudor empapaba su cuerpo; por eso el saludo que recibió el buen fraile en respuesta fue un rápido movimiento que terminó asestando una letal puñalada en su corazón.
Rasjwonski, sin un criterio claro, se deshizo del hábito usurpado y echó a correr con la intención de alcanzar el bosque. Aunque la capilla se hallaba en la zona alta de los jardines del palacio, donde ya se confundían los frutales con los agrestes pinos que precedían a una maleza en la que pasar desapercibido, había suficiente espacio despejado para que un chico a la carrera, con aquel reluciente cáliz en una mano y un puñal ensangrentado en la otra, fuese lo menos parecido a una huida discreta. Una vieja monja se encaminó extrañada hacia la capilla al ver la escena a lo lejos, y veinte minutos después el conde en persona organizaba una cuadrilla de diez hombres armados y a caballo que salían a la caza del ladrón y asesino.

***

Danchart paseaba sin un rumbo claro y disfrutando de los rayos de sol sobre la cara cuando se encontró con uno de los capataces de su padre. Este le puso al corriente de los sucesos en la capilla familiar y a él se unió en la búsqueda del impío. No había pasado ni media hora cuando ambos vieron a un hombre saltando entre las rocas de una agreste colina. Decidieron entonces separarse: Danchart acometió la subida al pico para cubrir una posible huida entre los cerros, mientras que el capataz la bordeaba, por si el asesino descendía en dirección al río. Danchart tardó en llegar a la cumbre, pues su caballo, si bien era de los más veloces de Francia en el llano, llevaba bastante mal lo de las pendientes y el terreno accidentado. Desde la cima divisó al fugitivo corriendo como un gamo hacia un nuevo peñasco, y Danchart no dudó de que a aquel delincuente no tardarían en juzgarlo, primero los hombres y luego la misericordia divina; y pensó también que tenía muy pocas posibilidades de salir victorioso tanto a los ojos de unos como de la otra.
Danchart descolgó su escopeta del hombro, apuntó sin mucho cuidado y disparó. La distancia era demasiado grande como para acertarle, pero sabía que el sonido de la pólvora pondría si cabe más nervioso al fugitivo, y que el saberse perseguido posiblemente le haría desfallecer antes. Picó espuelas a su caballo y salió en su dirección. Nunca imaginó que aquella mañana fuese a ser tan entretenida.

***

Cuando Rasjwonski oyó aquel disparo se supo perdido. Por un momento dudó. Si seguía huyendo, lo más probable es que algún perdigón le diese de lleno y lo matase. Quizá era mejor entregarse, aunque eso solo aceleraría su más que segura sentencia de muerte. Un nuevo disparo, y otro, y otro hicieron que su corazón se acelerase aún más de lo que lo había estado cuando sus dedos clavaron aquel puñal, que cada vez ardía con más fuerza entre sus manos, en el pecho de aquel desdichado fraile.
Saltando desde una de las innumerables rocas que bordeaban aquel alto, Rasjwonski escuchó el sonido de un nuevo disparo. Pero esta vez, tras el seco estampido que hacía salir a los estorninos de sus escondites, notó el impacto de una bala en su hombro. Cayó sobre una piedra, y entonces oyó el chasquido de su pierna al que siguió un intenso dolor, tanto en la rodilla como en el brazo. Se llevó la mano al hombro y la descubrió empapada en sangre; después a su rodilla, donde halló el mismo resultado. Intentó levantarse, pero un latigazo de dolor en la pierna le hizo irse de bruces al suelo. Con la cara en la tierra, se aferró a su puñal y se preparó para enfrentarse a la muerte. Si el que le perseguía era un desalmado —y no había razón para que no lo fuera—, allí mismo le remataría con un último disparo a bocajarro.
Danchart intuyó que había dado en el blanco cuando vio la forma de caer del individuo. Cogió el camino que bordeaba, en vez de subir, el monte con el convencimiento de que allí estaría el cuerpo del asesino, quién sabe si ya muerto. Y no se equivocó. Al doblar el recodo formado por una gran roca encontró un cuerpo boca abajo con abundante sangre en un hombro.
—Pensabas escapar a la justicia de los hombres, bribón, pero no eras consciente de que aunque hubieses escapado a esta, no podrías escapar a la de Dios. Sobre todo si has matado a uno de sus siervos.
Rasjwonski se giró. Su largo cabello rubio oscuro tapaba una cara en la que a pesar del intenso dolor se dibujó una sonrisa.
—No entiendo lo que dices… No sé si te refieres a que he matado a un siervo de Dios o a un siervo del conde de Clermont; o si acaso por casualidad, Dios y el conde de Clermont son para ti lo mismo, porque entonces debería llamarte Jesús de Nazaret.
Danchart le apuntaba con su mosquete e iba a disparar nuevamente sobre el cuerpo de aquel hombre que en una situación desesperada se permitía el lujo de bromear sobre el Altísimo en vez de pedir clemencia cuando reconoció en el infiel a su querido Rasjwonski. Desde pequeños, aquel hijo de una de las molineras había sido su más fiel amigo, por encima de servidumbres y relaciones entre nobles y vasallos. Junto a él había cabalgado durante días a los nueve años en dirección a Marseille, donde ambos habían soñado con embarcarse y recorrer Asia y América en busca de fortuna. Los cogieron a dos días de viaje del puerto mediterráneo, y solo tras la delación de Marie, una niña que solía jugar con ellos a la que no habían dejado que los acompañase por ser mujer. Danchart recibió como castigo por aquella travesura la reprimenda siempre cariñosa del padre Rubán, mientras que Rasjwonski recibió veinte azotes, que le dejaron postrado dos meses en la cama. Cuando Rasjwonski pudo volver a levantarse, aún con las marcas en la espalda, le esperaba ya su fiel amigo Danchart y no dejaron de correr aventuras, eso sí, ya siempre en los límites del condado de Clermont, hasta el mismo día de hoy cuando, sin haberse levantado pensando el uno en el otro, llegaban al mediodía metidos en un nuevo atolladero.
Danchart guardó su escopeta, desmontó y se echó las manos a la cabeza.
—¡Rasjwonski! ¡Dios mío! ¿Qué has hecho? Has matado a un fraile, robado el cáliz… ¿Es que te has vuelto loco?
—Anda, ayúdame. Vas a tener que prestarme tu caballo… Sin él no podré huir de Clermont… ¿Cuántos hombres me siguen?
—No lo sé. Diez o doce… Pero ¿por qué has hecho esto?
—Pues ya ves. Los que no somos hijos de condes ni poseemos ricas rentas maternas tenemos problemas para comer todos los días.
Danchart cogió a Rasjwonski para que pudiera incorporarse.
—Ah… —exclamó Rasjwonski al ponerse en pie—. Maldita sea, menuda puntería tienes. Me has dado en el hombro y me he torcido el tobillo, la rodilla y a saber qué más…
Danchart se quitó su chaqueta y la puso sobre los hombros de Rasjwonski mientras lo ayudaba a montar.
—¿Adónde vas a ir?
—A París. Si no te importa, me quedo con el cáliz. Con lo que me den allí por él podré llevar una vida tranquila.
—No lo hagas en París. Será fácil descubrirte. Avisarán a todos los anticuarios de Francia y te echarán el guante en cuanto preguntes su precio. Ve a Marseille. Busca algún comerciante genovés o veneciano… que sea extranjero. Malvéndelo. Mejor aún, busca a alguien que lo haga por ti. Yo qué sé, secuestra a un niño y obliga a hacerlo a su padre. ¡Dios mío!, Rasjwonski, te has vuelto loco y me estás haciendo decir locuras a mí también.
—No temas, amigo. No había pensado hacer de la sangre y el dolor ajeno mi forma de vida. Te prometo que en cuanto pueda me convertiré en una persona de bien, al menos a los ojos de los hombres. Gracias, mi buen Danchart.
—¡Espera! Toma. Este es el anillo de la casa de mi madre. Su familia tiene el privilegio real de ser recibida y alimentada en todas las postas de Francia… Y si no, siempre podrás sacar algún dinero por él… Recuerda, no pares hasta llegar a Marseille; diré que has huido hacia los Países Bajos. Dios mío, ¡y haz que alguien te vea esa herida…!
No había terminado Danchart su frase cuando Rasjwonski picó el caballo y, como pudo, puso rumbo a Marseille, a París…, a la libertad. Danchart se vio entonces solo en la cumbre de una de las pequeñas montañas del condado de Clermont, a leguas del palacio familiar, notando un poco más el frío de la mañana y, sobre todo, inquieto por el futuro de su amigo. Era realmente terrible. ¿Qué había llevado a Rasjwonski a matar a un hombre? ¿De dónde había sacado la sangre fría necesaria para hacerlo? Conocía bien a su amigo, o hasta aquel momento eso creía. Sinceramente, lo tenía por una persona noble y de buen corazón. Pero aquello no encajaba para nada. ¿Hambre? Sí, puede pasarse hambre, pero nunca la suficiente como para matar, y además a un pobre novicio, que no podía ser más que inocente…, aunque fuese culpable. Por un momento a Danchart se le pasó por la cabeza que no había obrado bien al dejar marchar a Rasjwonski. Al fin y al cabo, había robado en una iglesia y había cometido un asesinato…
Danchart tomó el camino del pueblo con estos pensamientos en su cabeza. Allí conseguiría un caballo, y una vez en el palacio, alguien le explicaría qué había sucedido realmente. Quizá el capataz había exagerado y el fraile no había muerto. Eso le liberaría de cierto pesar, pues su conciencia había comenzado a sentirse culpable por haber dejado escapar a un asesino…, si bien la acallaba con una frase que repetía en su mente sin cesar, quizá para acabar creyéndosela: «Rasjwonski es mi amigo y si ha matado a un fraile… algo habrá hecho el fraile». Danchart comenzó entonces a pensar qué contaría una vez que llegase a casa, pues difícil sería explicar que un asesino le había desarmado, robado el caballo, la chaqueta… y, sobre todo, que le había perdonado la vida. Eso si no se sabía ya que había sido Robert Rasjwonski el culpable, en cuyo caso él mismo quedaba entre la espada y la pared. Todos los siervos del condado sabían que era su amigo.
En estos pensamientos estaba cuando llegó a las afueras de la villa de Clermont. Se detuvo antes de llegar a una gran casa donde se encontraba la sede de la banca Rocheteau en la provincia. Allí vivía Laurent Munot, delegado de la citada banca en aquella zona de Francia, pero para Danchart, simplemente el padre de Marie Munot, aquella niña que doce años atrás confesó entre lágrimas que Danchart y Rasjwonski habían marchado a Marseille para embarcarse a las Indias Orientales, y que nueve años después, también entre lágrimas, juró su amor al vizconde de Clermont, Albert de Danchart.

viernes, 3 de mayo de 2013

¿Quevedo en Vigo?


¿Quevedo en Vigo?
Hace algunos siglos, un marinero se sentó en la taberna del puerto de Vigo, pidió unos huevos fritos con patatas y comió con ansia. Al terminar se dirigió lacónicamente al mesonero y le espetó: " No tengo plata, te pagaré cuando vuelva de mi embarque". El tabernero asintió y apuntó su nombre...
Meses después aquel marinero volvió y pidió la factura. Ante el cayó un largo papel, en el que se leía: Dos huevos fritos, que si me hubieses dicho  que no me ibas a pagar, no te hubiese servido; y que hubiesen dado dos hermosos pollos, que a la vez hubiesen dado otros más hermosos, con los que yo hubiese ampliado mi corral... Hubiese comprado una vaca, un carnero, ampliado mi hacienda, hecho quesos... En fin, que ni con diez años de trabajo el marinero podría pagar la cuenta que delante se le mostraba, asi que salió por la puerta y se marchó...
El mesonero no dejó ahí la cosa y puso querella ante los tribunales; y el buen marinero, o no... contó su caso a un joven castellano de curiosas lupas que por la ciudad andaba y que prometió defenderlo...
El día del juicio, la sala estaba repleta, el tabernero sonreía confiado, y el deudor nervioso en su estrado maldecía porque su abogado no llegaba... El juez, con ansia por marcharse de puente, advirtió de que si no había defensa, daría el caso por ganado a la acusación...
Ya iba a levantarse el mazo cuando por la puerta entró un tal ... y de Villegas.
El juez lo hostigó por su tardanza y el de los lentes circulares se defendió diciendo que venía de plantar habas cocidas. "¿Habas cocidas dan fruto?", preguntó el juez.  "El mismo que los huevos fritos".
Supongo que es un cuento popular, o incluso algún pasaje del propio Quevedo... A mi me lo contaron en una taberna del puerto de Vigo, y como me lo contaron lo cuento...

miércoles, 1 de mayo de 2013